En 1932 Aldous Huxley se quejaba de que había demasiados libros. En una columna de igual nombre señalaba que se editaban regularmente más libros de los que un individuo podía leer. El problema de la cuestión era que esto dificultaba la capacidad de juicio. “La multiplicación de la cantidad y tipos de libros sobre los que debemos juzgar hoy vuelve las distinciones mucho más arduas para nosotros que para nuestros padres”, escribía Huxley sin saber que con la televisión la cosa se amplificaría y con internet se desbandaría. En esta selva que es la realidad real e internet, es difícil saber dónde empieza una y donde termina la otra. Por ejemplo: ¿cómo juzgar la realidad con pruebas venidas de internet? ¿Cómo juzgar a una persona por un video de 10 segundos? No sólo habría que leer todos los libros como quería Huxley, sino ver todos los videos, todas las imágenes. Una especie de Funes “el miroso”. Pienso en los alumnos y su acercamiento a la realidad mediante filtros y filtros. Como si la realidad ya no fuera material sino totalmente virtual. ¿Cómo salir de la jungla planteada? Huxley señala una vía: “Debemos pensar con más rigor y pasar más tiempo con los modelos supremos.” Hay que ejercitar el pensamiento crítico. Leer a quienes han transitado caminos pedregosos. Sacar a los alumnos del molde que el principio de placer crea y llevarlos a la incomodidad, ese espacio en el que escriben los grandes. Hay que leer contra uno mismo, allí donde ya no tenemos defensas aprendidas, sino sólo juicio.
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“Yo quisiera morir en una tarde azul / rodeado de mis libros solamente”, escribió el poeta puntarenense Rolando Cárdenas (1933-1990). Crear la tarde azul en el aula puede ser un buen punto de partida.