Escribimos estas reflexiones con el ánimo de invitar a reflexionar el estado actual de la educación universitaria en el Perú. No pretendo sino dar a conocer al lector extranjero un conjunto de problemas que parecen aquejar a nuestra institucionalidad universitaria, e invitar al lector del Perú a constatar cómo es que se manifiesta lo descrito en su propia realidad. No tengo como propósito arribar a conclusiones, sino, generar una conversación y debatir al respecto.
Hoy en día los regímenes de la universidad pueden ser con fines de lucro y sin fines de lucro. Al margen del capital con el cual se constituyen las universidades, sea de capital estatal o privado, la comunidad de estudiantes y de profesionales bajo el amparo de la universidad, deben obrar como un servicio a la comunidad, esto es, ellos se comportan acorde a un servicio público. Se han constituido universidades por acto de donación, esto como signo de desprendimiento del donante, aunque sus sucesores no necesariamente concuerden con tales valores de desprendimiento individual. También tenemos universidades que para afianzar su fuente de riqueza son accionistas de algún equipo de fútbol, en fin, hay muchos casos.
Asimismo, la expectativa es que el prestigio de estas comunidades descanse en la conducta ética de los profesionales involucrados, de modo tal que su actuar revalore y alimente la sociedad: se busca que la universidad no se quede en ser solamente un espacio para la transmisión de técnicas especializadas y que supere la mera construcción de círculos de compromisos y complicidad de algunos profesionales (construcción de monopolios de intereses privados en el espacio universitario).
La comunidad de estudiantes más afín al termómetro político tiende acoger demandas que van más allá de una dinámica formativa, y, por ende, se encuentra atenta a una agenda, propiamente externa a esta, sin juzgar la misma en el presente, sino más bien enfatizar su vínculo con las preocupaciones sociales y de su predisposición de tomarlas para sí de forma inmediata. Esta conducta se combate en algunos casos a través de una disciplina, propia del mundo privado, cada vez más rígida, con reglas internas poco difundidas, con reglas más intimidantes que las mismas leyes, que sancionan el uso del nombre de la universidad e incluso contemplan la expulsión. Medida que se ha aplicado también ante pronunciamientos de docentes, o ante la decisión de agruparse para fines asociativos. No obstante la evidente ilegalidad de estas sanciones, ellas se ponen en marcha bajo el auspicio de firmas de abogados consideradas por muchos como respetables.
Este escenario implica que, en un escenario de falta de homogeneidad de los servicios y poca garantía de calidad, no existen instrumentos ya sea en manos de estudiantes o docentes para luchar por una buena formación profesional que implica, por cierto, también una dimensión ética. Esta afirmación es válida tanto para universidades públicas como privadas, aunque no todas en la misma medida.
La situación de postgrado presenta un panorama complejo porque no permite que opere fluidamente el mérito para el acceso. Los altos costos de los programas nacionales y que muchos de ellos sean vistos más bien como una oportunidad para acceder a círculos profesionales exitosos, impiden que cumplan su tarea propiamente académica. Hay situaciones paradójicas, puesto que estas comunidades de intereses creen tener el derecho por haber “invertido” en su especialización y posterior empleo que proviene de su ingreso a estos círculos de especialistas. El círculo se cierra y en sí, el mérito va quedando en segundo plano.
Siendo la universidad pública europea una opción, no todos logran acceder a ellas. Cabe destacar que el profesor visitante extranjero debe ajustarse a limitaciones de exclusividad.
Un párrafo adicional requiere la descripción de los profesionales que en el mercado interno, ya por propios ingresos, nuevas obligaciones familiares, el elevado costo de vida, no poder hacer sacrificios como tales, etc, no llegan a ninguno de esas dos opciones descritas (estudios en el extranjero o maestrías de costos elevados) y se encuentran dentro del cúmulo de profesionales que igual buscan insertarse en el mercado laborales y no tienen esa proximidad con estos círculos de influencia, y que para fines formales, pueden optar por otras opciones que garantizan su inclusión en el mercado laboral de la especialización por la mera certificación, y, así cumplir con la formalización de los requisitos al margen de la preocupación o de la misma transmisión de conocimientos, ellos que son los más, quedan excluidos de las dinámicas universitarias. En simples palabras, este conjunto de profesionales, pasan por la universidad, pero pertenecen a ella, por no generan un real vínculo con ella.
Las reformas institucionales que pretendió la implementación SUNEDU (ente del Estado dedicado a la reforma universitaria), al presente, no ha logrado que la universidad destaque por la implementación de estándares que contribuyan al mejoramiento de la calidad universitaria emprendido desde el Estado. El propio esfuerzo de las universidades sigue dando sus propios resultados, pero no así por el impulso de la implementación de tales estándares. En otras palabras, la autonomía universitaria sigue teniendo más peso que las mismas reformas universitarias emprendidas desde el Estado.
Tema aparte son las universidades clausuradas. Ahora, si el rol de la SUNEDU era de cerrar y abrir universidades, se quedó muy corta dicha función. Se ha registrado muy poco sobre la situación que pasaron quiénes estuvieron por titularse y cambiaron de universidad, o aquellos que no recibieron la mejor calidad educativa en su nueva universidad hospedante.