Hay un creciente interés por mostrar que las investigaciones que se realizan en el campo de las ciencias sociales provienen de factores reales y al final lograrán impactar en la misma realidad sobre la que trabajaron; quizá este impulso proviene de la propia fiscalización que en los últimos años se ha impuesto a las investigaciones, a las cuales se les exige que sean viables. La viabilidad en las investigaciones en ciencias sociales se refiere a la capacidad de llevar a cabo un estudio de manera factible y práctica. Implica evaluar diversos aspectos para determinar si la investigación es realizable dentro de los límites de tiempo, recursos y condiciones disponibles.
Puede decirse que la viabilidad es un elemento deseable en las investigaciones científicas en el área de las ciencias sociales, pero ¿qué tanto este elemento se convierte sólo en un requisito?, ¿puede incluso llegar a convertirse en un sesgo cognitivo que evite la especulación y fomente un cierto practicismo insulso?
No podemos negar que las investigaciones deben buscar atender temas relevantes: evaluar si el problema de investigación es significativo y si el estudio contribuirá de manera significativa al conocimiento en el campo. La viabilidad implica asegurarse de que la investigación tenga relevancia y utilidad práctica, pero lo anterior no debe significar abandonar la teoría y mucho menos buscar aparentar la aplicabilidad del estudio, por ejemplo, a través de una viciada investigación cuantitativa.
Últimamente me he encontrado con un afán sospechoso en algunos estudiantes que insisten nerviosamente en destacar que sus investigaciones realmente provienen de un problema real justificándolo en fórmulas, estadísticas y algunos otros instrumentos parecidos, pero, en realidad no les interesa explorar su funcionamiento sino hacer notar que lo que encontraron como problema de investigación es algo viable. Prometen hacer “investigación de campo” y realizar múltiples entrevistas para demostrar que la investigación es trascendente; pero entre más se afanan, más sospechosa se torna su postura.
Es una urgencia no tan conveniente de cumplir con los requisitos de investigación, aprobar, obtener el tan anhelado título; pero se pierde ese gusto heurístico, ese goce que implica encontrar respuestas, el reto de descubrir la verdad.
Así entonces lo práctico se banaliza se vuelve humo, por ejemplo, en el estudio del derecho, se piensa que si se agregan sentencias y estas supuestamente se analizan eso significa que es una investigación aplicada; peor aún investigaciones que solamente son una iniciativa de ley, con un burdo planteamiento silogístico y sinóptico: identificar una anomia/proponer un diseño.
Es un asunto un tanto psicoanalítico y ético, ha sido tanta la insistencia de los sistemas de evaluación en demostrar la aplicabilidad de una investigación, que las personas descubrieron el modo de aparentar que sus investigaciones sean prácticas, así que lo práctico se convirtió no en un objetivo sino en un mero requisito.
Hay que recuperar la convicción investigativa que lleva a apasionarse en un tema, que supone resolver un problema; por eso la objetividad es importante, porque no debe tratarse de necedad sino del convencimiento real de la importancia de los tópicos, la necesidad de incorporar herramientas de investigación cuantitativa llegará de manera natural, al igual modo que la aplicabilidad de la investigación, cuando una investigación es buena por su propio peso y por la evidencia se constituye en opción que alguien puede materializar. Así que no hay que correr, ni desesperarse, si la investigación es satisfactoria brillará por sí misma.
En cualquier caso, es importante que las investigaciones tengan un honesto y desinteresado compromiso social, sobre todo en países donde la marginación y la diferencia social sean grandes- La investigación científica debe proveer de soluciones transformadoras que cambien las condiciones sociales, esto también corresponde a la ética, y no hay reglas que sean infalibles para determinar si una investigación es demasiado sofisticada y teórica que sea poco responsable de las necesidades sociales y por el contrario, es difícil saber si una supuesta investigación práctica realmente busca generar beneficios para el colectivo.
Tendremos que mantener un espíritu crítico y generoso y evitar en todo momento las investigaciones superfluas, intrascendentes pero sobre todo, aquellas que intentan engañarnos con su supuesta practicidad.-