Por Miguel Sanhueza, académico Departamento de Electricidad, Facultad de Ingeniería UTEM.
En una época en la que muchas y muchos jóvenes se debaten sobre la elección de su futura profesión, las opciones clásicas de disciplinas académicas siguen siendo fundamentales, pero también emergen carreras "innovadoras" que buscan desafiar las ya establecidas en la sociedad.
En este contexto, las ingenierías han enfrentado en los últimos tiempos una serie de interrogantes relacionadas con la amplitud y la profundidad de su enfoque disciplinario. Algunos argumentan que esta reevaluación es necesaria, mientras que otros consideran que podría debilitar una profesión que históricamente se ha caracterizado por su solidez.
Vale la pena recordar las definiciones de ingeniería proporcionadas por instancias clásicas como la Real Academia Española (RAE) y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Según la RAE, ingeniería es un "conjunto de conocimientos orientados a la invención y utilización de técnicas para el aprovechamiento de los recursos naturales o para la actividad industrial". Por su parte, el MIT describe la ingeniería como el "desarrollo y aplicación del conocimiento científico y tecnológico para satisfacer las necesidades de la sociedad, dentro de los condicionantes físicos, económicos, humanos y culturales".
Ambas definiciones resaltan que la ingeniería está destinada a proporcionar soluciones a los problemas de la sociedad, con un enfoque en el beneficio general en lugar de centrarse en tecnologías o herramientas específicas.
De esto se deduce la importancia de destacar que una ingeniería de calidad implica la participación activa de la sociedad. A través del diálogo y la construcción de confianza, se pueden encontrar soluciones que contribuyan al desarrollo sostenible.
Fuerza impulsora del cambio y la innovación
El desafío actual de la disciplina radica en ampliar el campo de la ingeniería. Además de comprender ecuaciones y conceptos científicos, se requiere un componente de empatía, socialización y la capacidad de trabajar en colaboración interdisciplinaria.Se trata de habilidades esenciales en la industria 4.0, que involucra la modernización del Estado y de las instituciones de Educación Superior. En este sentido, se plantea una pregunta crucial: ¿están preparadas estas instancias para realizar los cambios necesarios de manera oportuna?
Es evidente que los desafíos del futuro nos están llamando a incorporar en el ADN de la ingeniería cuestiones relacionadas con habilidades blandas, igualdad de género, sostenibilidad y medio ambiente. Esto debe ocurrir tan rápidamente como la adopción de la inteligencia artificial, las nanotecnologías, la computación cuántica y otras tecnologías avanzadas.
Por lo tanto, es imperativo garantizar que los futuros ingenieros posean un sólido conocimiento técnico, pero también cuenten con la capacidad de adaptarse a estas nuevas demandas que hace unos años no imaginábamos.
Las instituciones educativas, entonces, tienen la responsabilidad de liderar esta transformación, adaptándose a los tiempos y las formas que la sociedad requiere. La ingeniería debe evolucionar para ser una fuerza impulsora del cambio y la innovación, aportando soluciones sólidas y alineadas con las necesidades de un mundo en constante evolución.