Justo a tiempo: sobre el plebiscito

Camilo Arancibia H.
Profesor de Derecho Civil y Derecho y Literatura
Universidad de Valparaíso

Hay un verso del poeta porteño Juan Luis Martínez (1942-1993) que, me parece, viene al callo hoy, a días del enésimo plebiscito constitucional. Las palabras son de La nueva novela, enigmático libro de 1977 y dicen así: “La casa que construirás mañana, ya está en el pasado y no existe”.
El poeta ha estrangulado el lenguaje una y otra vez. Se las ha visto con la noción de autor, familia, patria y sigue batallando. El vero es raro. Una pregunta práctica puede iluminar la cuestión: ¿qué sentido tendría construir una casa que, además de encontrarse en el pasado, efectivamente no existe? ¿Puede darse ese fenómeno? El enredo temporal me sirve para explicar algo que ha pasado en estos años constitucionales.

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Hubo muchos, cientos, miles, ¿millones?, que señalaban que todavía vivíamos bajo la Constitución de Pinochet. Hubo otros que señalaron que no era ya la de Pinochet porque se habían hecho 257 reformas o 51 (dependiendo del optimismo de los analistas). Por otro lado, se esgrimía el argumento de “la verdad es que una Constitución no regula las cuestiones concretas de la vida”, por lo que daba lo mismo una Constitución A o una B. Por último, estaban los que indicaban que no era necesaria una Nueva Constitución y que el acuerdo de noviembre de 2019 había sido una “entrega” de la Constitución (el destinatario de la entrega variaba, pero, a grandes rasgos, se trataría de “los comunistas”, sea lo que sea que signifique eso).
Como se puede observar, en cada una de esas ideas hay partidos políticos detrás, ideas sobre lo correcto para el país y argumentos de toda índole. Por otro lado, hay un desorden temporal atroz: si vivíamos bajo la Constitución de Pinochet, algunos se aventuraron a decir que vivíamos todavía en dictadura, esto es, 1980. Los que señalaban que era una Constitución tan reformada que era diferente, vivían más o menos en 2005, la época de Lagos. Los que señalaban que daba lo mismo la Constitución, eran indiferentes y viven en algo así como la atemporalidad. Por último, los que argumentaban que no era necesaria una nueva Constitución porque íbamos como avión y acusaban a Piñera de “entreguismo”, vivían en 1980.
El fenómeno es curioso porque el desorden del tiempo ha hecho que chilenos y chilenas vivamos estos años realidades completamente distintas. No es lo mismo vivir en 1980, en 2005 o en el año infinito. Cuando se producen estas distorsiones pasan, también, cosas curiosas. Una de ellas es que los que declaraban que estábamos en dictadura, convivían con otros que aseveraban lo mismo. Lo que cambiaba era el ánimo: para los primeros era terrible vivir en dictadura, para los segundos, la dicha. Pero los unía la fecha: 1980.
Pues bien, este grupo de ochenteros han escrito los dos proyectos de borrador constitucional: los primeros el de la Convención Constitucional con mayoría de la izquierda más a la izquierda y, los segundos (a regañadientes) el proyecto del Consejo Constitucional, con mayoría de la derecha más a la derecha. El resultado del primer intento fue un sonoro rechazo y el resultado del segundo al parecer sería el mismo (quizás con menos sonoridad, es verdad). Puestos en esta segunda encrucijada: ¿qué hacer? 

Juan Luis Martínez desafió con su obra el tiempo, la literatura, la chilenidad, la dictadura militar. Hay una dosis de antiautoritarismo muy fuerte que le hace crítico del devenir de la sociedad. Conjeturo que habría reflexionado sobre la actualidad (como lo hizo a fines de los 70`s) y habría puesto su foco en la palabra casa. En la portada de La nueva novela se observan unas casas desbarrancándose. En el interior del libro se ausculta dicha palabra una y otra vez desde diferentes ópticas. Este concepto, casa, se volvió a poner en boga a propósito del debate constitucional. “La casa de todos”, “Una casa donde quepamos todos”, “Una casa común”, se decía y se dice actualmente. ¿Será este proyecto la casa que buscábamos con ahínco ese casi 80% de chilenos que votamos Apruebo en el lejano año de 2020? Según moros y cristianos, no lo es. Carlos Peña, a quien nadie podría acusar de formar parte de “los comunistas”, ha dicho que este proyecto “galvaniza” la Constitución original de 1980, o sea, la solidifica. A ellos se le han sumado varias personalidades del Rechazo y académicos de fuste que señalan que el proyecto constitucional prolonga los problemas que Chile tiene, contemplando, de forma sesgada, un programa de Gobierno, más que una Constitución (que era lo que se les pedía a los Republicanos). Lejos quedamos entonces de la casa común. Otra vez estamos en presencia de una casa dividida.

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“La casa que construirás mañana, ya está en el pasado y no existe.” Podríamos decir: “El proyecto que mañana le ofreces al pueblo de Chile, ya está en el pasado y no existe”. Quienes redactaron este proyecto buscan hacer retroceder el país a una era (los 80) que está enterrada en el pasado y ya no existe. La moral, la política, la economía, los clivajes, en definitiva, no son ochenteros.

Tal y como en la primera ocasión, pero del otro lado exacto del tablero político, hacen creer que nos están ofreciendo una Constitución del mañana, cuando en realidad, el proyecto hunde sus bases en el pasado, uno ya enterrado.

Es probable que, aunque suene alocado, hace rato todos los chilenos estemos viviendo efectivamente en la actualidad, el 2023, y queramos soluciones de este tipo. Si ello fuera así, esta sería la mayor sorpresa del plebiscito: volver a encontrarnos en una misma coordenada temporal. No es poco. Estamos justo a tiempo.