Cualquier video del canal de Youtube “Chilean Politics" se titula de la misma manera: “un político chileno DESTROZA / PULVERIZA / RIDICULIZA / DESPEDAZA a otro político chileno.” Este tipo de contenido (acá una muestra desde el otro lado) es consultado por las personas en diferentes plataformas virtuales pues es breve y va al callo. El clickbait es servido con malicia. Nada hay más sabroso para la humanidad hobbesiana que saber que a otro se le ha infligido un daño grave que lo ha dejado malherido en el terreno de batalla. Nos gusta ver la sangre online correr y aplaudimos a los gladiadores.
El problema de estos videos es que, en realidad, son exageraciones puras y duras. En ninguno de esos extractos se observa algo así como que una persona pulveriza o destroza a la otra con sus argumentos. No. Lo que normalmente se ve son dos personas dialogando y, en cierto punto, el debate sube algo de tono. Eso es todo. No hay un ganador y un perdedor que “quede helado” o que “saque de quicio” al otro. Lo que hay, como en toda democracia, es discrepancia sobre los asuntos públicos. Ni más ni menos.
Por cierto, no es raro que el lenguaje del maltrato, del homicidio, de la destrucción, se cuele en la arena política. Es el lenguaje bélico en su esplendor. La frase atribuida a Clausewitz (“La guerra es la continuación de la política por otros medios”) da cuenta de ello. También la categorización entre amigos y enemigos de Carl Schmitt. Ambas ideas señalan ese distanciamiento en dos bandos absolutamente contrapuestos. “O estás conmigo o estás contra mí” es la divisa que la realidad online alienta y promueve. De ahí que queramos hacer desaparecer en un click a quien no concuerda con nosotros.
El lenguaje “Chilean Politics”, entonces, es uno de guerra, de todo o nada, de extremos. En definitiva, es un lenguaje exagerado, que cruza todos los límites de lo verdadero, que va más allá de lo real. La pregunta es si ese tipo de lenguaje (que luego genera un especial estado de ánimo y una específica conducta) nos sirve de algo. La respuesta es que no. No nos lleva a ningún lado. Si lo único que pretendemos en la esfera pública es eliminar al rival, no hay posibilidad de relacionarnos o de formar comunidad. Ni hablar de habitar un país.
En ese sentido, propongo pasar a un lenguaje diferente, situado en la realidad de todos los días, que reemplace al lenguaje de la “Chilean Politics.” ¿Cómo es ese lenguaje?
Si me fijara en su principal característica, propondría un lenguaje donde podamos tener la oportunidad de, primero, comparecer. Es necesario que nuestra manera de entendernos asegure la aparición de aquél otro que disiente de nuestra perspectiva. Ese atributo inicial exige una labor de tolerancia pues de nada sirve que surja un otro que luego será reprendido por sus ideas. Se trata de un lenguaje que permite el reconocimiento del otro como un igual, alguien que tiene exactamente el mismo derecho de intervenir en lo público que yo. Un lenguaje en base al cual algo de lo que el otro dice resuena en mí, puedo llegar a entender e, incluso, compartir. En definitiva, se trata de un habla que nos sirva para decodificar la realidad y permita la búsqueda de soluciones mancomunadas, que velen por el bien del país. En ese sentido, el lenguaje de “Chilean Politics” es uno anclado en lo identitario, extraño, deformante de la realidad y de los otros. No piensa en el país sino sólo en el individuo.
En estos tiempos en que por segunda vez estamos democráticamente escribiendo un proyecto de Carta Constitucional, sería relevante empezar a hablar un idioma común, un lenguaje, no de la “Chilean Politics”, si no un lenguaje de la Política Chilena.