1. Los Kelsen era una familia muy trabajadora y siempre quisieron lo mejor para su hijo. Con esfuerzo lo inscribieron en colegios privados caros de los cuales sólo se podía obviar la matrícula si se era un “alumno sobresaliente”. Kelsen, el mayor de los cuatro hermanos, no lo era y tuvo que cambiarse a un colegio público. Ello le supuso una gran tristeza por no poder ayudar a sus padres.
2. Con todo, se trataba de un alumno curioso: prefería leer poesía, teatro, las novelas de Spielhagen y las de Hamsun. Dice su biógrafo, Rudolf Métall, que es posible que la lectura del segundo contribuyera a formar en Kelsen una visión escéptica que la filosofía acrecentaría. Por lo mismo, antes de los dieciocho leería todo Schopenhauer y Kant. Estaba encandilado.
3. Pero como la vida no es perfecta, al momento de elegir una carrera tuvo que decantarse por Derecho en la Universidad de Viena. La inestable situación económica de la familia le hizo pensar que Leyes ofrecía mejores perspectivas profesionales. Por otro lado, de seguir filosofía (su primera opción), no se imaginaba siendo como el gran helenista Gomperz, sino apenas como un profesor en un colegio perdido. El tipo de genios que él admiraba estaban lejos de su entorno social. Así las cosas y “sin mucho entusiasmo”, entró a Derecho.
4. El primer año de la carrera fue “decepcionante” para el joven Kelsen porque se dio cuenta rápidamente que no tenía sentido ir a clases si todo se encontraba en el manual del profesor. Por otro lado, advirtió que la Ciencia Jurídica no se sustentaba en un método riguroso. Confluían en alegre cofradía, la psicología, la biología, la teología, la filosofía y lo jurídico. Había algo “impuro” en el aprendizaje del Derecho. “Después de poco tiempo, dejé de visitar la mayoría de los cursos y me dediqué a la lectura de obras filosóficas”, dice en su Autobiografía. El germen de la teoría que lo haría famoso surgió en el aula.
5. Paralelamente y recordando sus años de lector de ficción, le propuso a su profesor de “Historia de la Filosofía del Derecho”, realizar un trabajo sobre la teoría del Estado en Dante. El catedrático intentó disuadirlo de tal empresa dada la vasta bibliografía que existía, pero el joven Kelsen persistió y en 1905 lo publicaría como artículo, siendo ayudado en tal empresa por su profesor de Derecho Administrativo, Eduard Bernatzik, cuyas clases eran valoradas por Kelsen. Este señala que escribió dicho trabajo para encontrar una tarea concreta que, sin salirse de los estudios propios de la Facultad, “le incentivara lo suficiente como para superar la apatía que le provocaban las disciplinas jurídicas en general”. Pese a su experiencia en el aula (o gracias a ella), todo indicaba que su camino era el de la academia.
6. Ese mismo año de 1905, su padre sufriría una grave afección cardíaca que lo dejó totalmente incapacitado para trabajar. La situación familiar se tornó aún más precaria y Kelsen, mientras preparaba su examen de grado, empezó a dar clases privadas de preparación para los exámenes de Derecho a sus compañeros de Facultad.
7. El 18 de junio de 1906 se recibe de abogado, pero no tiene empleo. Por otro lado, tiene claro que quiere seguir una carrera académica. Sus escritos son bien recibidos y va descubriendo su vocación en el camino. ¿Qué hacer?
8. Postula a diversas ayudas académicas hasta que desde Heidelberg llegan las noticias: una beca para formarse con el maestro del Derecho Público, Georg Jellinek. Cuando un Kelsen muy feliz concurre a contarle la buena nueva a su profesor, Eduard Bernatzik, este, que le había editado su trabajo sobre Dante, lo disuade de proseguir la carrera académica. Le señala que es mejor para él pensar en ser abogado de banco. Kelsen ofrece su teoría: “No creo que él personalmente fuera antisemita, pero ya que el número de profesores y docentes de la facultad que no eran arios era relativamente grande, no era de hecho fácil abogar por un candidato judío… Así, me fui hacia Heidelberg sin la bendición del profesor que era decisivo para mi destino futuro”.
9. Una y otra vez le negaron diversos puestos de trabajo pues era judío, aunque Kelsen se declaraba agnóstico y estaba convenientemente bautizado.
10. Pese a todo y llevado por su fe interior, se dirigió hacia Heidelberg donde, siguiendo su característica apatía por el aula, no asistió a los cursos regulares que se dictaban, sino sólo al seminario de Jellinek, quien demostró ser un maestro egocéntrico y que sólo buscaba el aplauso de sus discípulos. Un tanto defraudado pero contento de aprovechar la oportunidad, se hundió en sus Problemas capitales no sin antes dar ocasionales paseos por los bosques y beber “un buen vaso de cerveza en el restaurante Perkeo”. Sabía que se encontraba en plena posesión de sus fuerzas. Tras años difíciles junto a su padre enfermo, pudo dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo intelectual.
Todo ello hasta que un llamado de su hermano Ernesto lo haría regresar antes de tiempo a Viena.
11. La situación familiar había empeorado y era necesario ayudar en casa. Kelsen empezó a postular a diversos trabajos. En varios fue rechazado por judío, hasta que logró un modesto empleo burocrático que combinaba con la realización de clases privadas. Lo anterior sin dejar de trabajar varias horas en su tesis para alcanzar su sueño: habilitarse como profesor en su casa de estudios, la Universidad de Viena.
12. Los caminos del Derecho son misteriosos. Kelsen, luego de trabajar años en su tesis, entrega en 1911 su impactante obra Problemas capitales de la teoría del derecho estatal desarrollados a partir de la doctrina de la proposición jurídica. 720 páginas de sangre, sudor y lágrimas. En el tribunal que debía calificar la postulación estaba Eduard Bernatzik. Kelsen tiene que haber recordado a ese profesor que intentó sacarlo del camino universitario. Pero es del caso que, según Kelsen, al parecer Bernatzik no leyó su trabajo y se limitó a adherir al visto bueno que daban a la tesis los otros profesores. Eso sí, advirtió: no hay problema con la habilitación, pero de profesor titular, ni hablar. Kelsen debe haber pensado: no está mal para comenzar.
13. Pese a que tuvo que compatibilizar estudio y trabajo para ayudar a su familia, a ser disuadido varias veces y discriminado en muchas otras, Kelsen tuvo clara su vocación de jurista y en el verano de 1911 se le admitió como privatdozent de Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho de Viena.
14. Su padre no alcanzó a ver el logro de su hijo. Murió en 1907, pero Kelsen lo llevó siempre en su memoria: “A ambos se apegó el hijo con conmovedora ternura: una vieja fotografía del padre, sin la cual no ha emprendido nunca un viaje, reposa sobre el escritorio de Hans Kelsen”, anota Rudolf Métall en su biografía.