A propósito de los tristes hechos ocurridos en el Instituto Nacional Barros Arana (INBA), su Rectora señaló: “Nos hacemos cargo de lo que ocurrió, pero es un hecho aislado de una comunidad que ha reencontrado el diálogo…” Muchas son las cuestiones que podrían comentarse sobre esta idea, pero partamos por la principal: ¿en qué consistiría un hecho aislado? Según la RAE, por tal hay que entender algo que es “Solo, suelto, individual, puntual, ocasionall”, o sea, algo totalmente separado de la normal ocurrencia de cosas. La pregunta es si ello es así en el INBA. La respuesta es que no. Diferentes publicaciones han establecido que existe una seguidilla de episodios parecidos, lo cual ha devenido en amenazas a profesores, daños a la propiedad, configuración del delito de incendio, una querella por homicidio frustrado, etc. Digamos: nada nuevo bajo el sol.
Desde dicha constatación la Rectora debió haber señalado que este era un hecho repetido que pugna con los fines propios de un colegio, por lo que se tomarían cartas en el asunto. Esa sería una manera de abordar el punto pues el problema de catalogar como hecho aislado algo que no lo es, es que se le tiende a separar completamente de la realidad, tanto así, que se termina haciendo caso omiso a su frecuencia. Pero eso todavía podría ser una cosa más bien formal, teórica.
Más siniestro aún es que al considerarlo como hecho aislado, se está permitiendo que dentro de la esfera de cosas que pueden ocurrir en un colegio (riñas entre alumnos, conflictos con profesores, problemas de infraestructura, etc), se consienta que se fabriquen bombas molotov. Esto significa que no habría mucha diferencia entre un colegio y un movimiento violentista de cualquier signo político. La disolución de la institucionalidad es clara y allí donde alumnos y profesores deben ir a poner en tensión su inteligencia (como lo hicieron Nicanor Parra, Luis Oyarzún y Jorge Millas), terminan, unos, en riesgo vital por una explosión y, otros, amenazados.
¿El problema se solucionaría si esta u otra Rectora considerara los hechos como frecuentes o si se enderezara la concepción que se tiene sobre la educación o se cambiara la jefatura? Profundizando un poco más la mirada nos damos cuenta que la cuestión de fondo es si acaso existe o no autoridad. O sea, para usar las palabras de la Rectora, si acaso lo que es un hecho aislado no son las explosiones por molotov, sino la autoridad en sí. Como diría Arendt, esa autoridad que por ser tal, demanda obediencia y jerarquía. Porque si así fuera (y parece que así es), entonces lo que terminó por estallar ese día no habría sido sólo los cuerpos de los estudiantes, sino, que llama de las molotov puso dramáticamente de manifiesto lo que falta en ese espacio: autoridad. Y el problema de que la autoridad sea un hecho aislado se termina pagando caro, sea con cuerpos de un lado o con cuerpos de otro. Como se puede advertir, una tragedia en educación, una tragedia social, una tragedia para todos.