I
Hace poco pensaba en el siguiente esquema:
- Tesis: texto constitucional de la Convención: rechazado por plebiscito, con celebración en Plaza Italia, "nos salvamos del comunismo".
- Antítesis: texto constitucional del Consejo: rechazado por plebiscito, con celebración en Plaza Dignidad, "nos salvamos del fascismo".
- Síntesis: texto constitucional de la Comisión: aprobado con urgencia por ambas Cámaras, ratificado con baja votación popular y sin celebración. Apenas una noticia en el Diario Oficial.
Este esquema, de darse, me parecería profundamente chileno.
II
Lo anterior lo pensé pues hay algo en el proceso constitucional que no está andando de manera adecuada. Todos lo sentimos, lo vemos, las encuestas lo muestran. ¿Qué es lo que anda mal? Hay ciertamente una cuestión de contenido. Así, por ejemplo, la polémica que levantaron las palabras “quién” y “qué” en relación a la protección de la vida. Otro tanto ocurre con la constitucionalización de las Isapres y las Afp. O aquellas enmiendas (ya eliminadas) que ponían en un alto lugar el rodeo. Podríamos seguir indefinidamente, pero me parece que la cuestión no radica sólo en el texto, sino en algo que lo sobrepasa en su materialidad. Digamos, la trabazón no es sólo documental, palpable. Quizás el texto es sólo el testigo de otra cosa. Estaríamos todos tentados a decir lo obvio: es testimonio de que una parte del Consejo está arrasando con la otra, tal y como sucedió la vez pasada. Claro, desde luego. Pero hay otra cuestión más profunda sucediendo y que es la que desata ese nervio nacional. Pienso que el quid del asunto es que no estamos atendiendo al momento que vive Chile dentro de su historia. Es como si, producto del estallido social, estuviéramos pensando que estamos en el primer día luego de 1810 (a lo Karmy) y no 213 años después, cuando el país ya no es joven, sino que un país maduro, con cierta historia y tradición. Pongamos un ejemplo: ¿puede retrotraerse la cuestión del aborto hoy? O sea, ¿podemos volver a discutir la cuestión sobre la autonomía de la mujer sobre su cuerpo en las tres causales que la Ley Nº 21.030 estableció? Alguien diría: “Por supuesto. Es lo que ocurrió con la revocación del caso Roe vs Wade en Estados Unidos”. Desde el punto de vista fáctico, todo es posible. Concedo la hipótesis con dos alcances: uno, es que la regulación del aborto en Estados Unidos llevaba vigente 50 años, mientras que en Chile lleva apenas 6 años. Se trata de un elemento que se ha introducido en la cultura nacional desde hace poco tiempo y entonces es necesario su desarrollo pleno para observar sus efectos en la misma, sobre todo y considerando el masivo apoyo que recibe por la ciudadanía en las encuestas. Por otro lado, la Constitución no parece ser el lugar donde se zanje esta cuestión, sino que debe ser la política democrática, legislativa, la que lo establezca, como ya ocurrió en el 2017.
El anterior es sólo un caso de lo que estoy tratando de decir. Hay que lograr llegar a esos consensos del Chile actual con su historia y sus desarrollos. No es deseable (aunque podría, claro) volverse a una zona donde el debate es álgido y resultó, en su momento, acordado. La idea no es dirigir la historia nacional, escrutar su sentido último (es probable que no exista tal cosa) o rendir pleitesía a un progreso ya decretado, pero sí convendría apreciar nuestra historia larga y nuestra historia reciente, para así obrar de la manera adecuada.
La búsqueda de los elementos esenciales de nuestra República hoy, deben dejar de lado los maximalismos. Por cierto, quienes tienen el timón deben hacer todos los esfuerzos para que el país pueda contar con un texto constitucional óptimo. De insistir en cierta tendencia, todo el espectáculo habrá devenido vano y copiado del anterior, pero a la inversa, como ya se ha dicho hasta el cansancio.
III
Leyendo a Roland Barthes, el eminente pensador francés, me encontré con una idea atingente a nuestros tiempos constitucionales. A propósito de la literatura dice en 1961: “La imposibilidad de una síntesis no es contingente; expresa la dificultad en que nos hallamos de captar nosotros mismos el sentido histórico del tiempo y de la sociedad en que vivimos.” Como decía antes, la cosa no es sólo textual, contingente, sino que se transforma en inmaterial, espiritual, si se me permite lo esotérico. Hay que ir más allá del documento para volver a él con lo que se necesita y no con lo que simplemente una parte quiere. El equilibrio es delicado, pero necesario. ¿Cómo no vamos a ser capaces de realizar tal síntesis?