Prejuicios que dañan: el desafío de la (dis)capacidad en educación superior

Raúl Muñoz Jara
Psicopedagogo y coordinador Programa Tupar UOH

Cada persona en su individualidad es especial, entonces ¿por qué hacemos sentir aún más especial a aquellas que presentan algún desarrollo atípico? Para entender el papel que tiene el ámbito psicosocial con respecto a la discapacidad y el aprendizaje, es necesario tener en consideración la multiplicidad de procesos implicados. En cuanto las emociones, podemos decir que cuadros psicopatológicos como la depresión, la ansiedad, o cuando hay un factor desencadenante de impacto emocional como experiencias traumáticas, pérdidas, separaciones, cambios relevantes, solo por mencionar algunos, generan en los sujetos grandes dificultades para enfrentar las diferentes situaciones que se le presentan en la cotidianidad. Está demostrado el efecto directo de estas experiencias sobre las funciones cognitivas, más aún en jóvenes que se encuentran en el contexto estudiantil de educación superior donde la exigencia se torna mayor. Hoy sabemos que los aspectos afectivos y emocionales pueden contribuir al éxito o fracaso en el rendimiento académico, de ahí la importancia de la afectividad para mejorar el aprendizaje de las diversas materias.

Como consecuencia de prejuicios y una mala comprensión de la situación, actualmente enfrentamos el riesgo del fracaso de los estudiantes que presentan algún tipo de discapacidad. Algunas académicas o académicos ante la dificultad que presentan para poder conseguir los aprendizajes como lo hacen los estudiantes normotípicos, tienden a bajar las exigencias, limitando y coartando sus potencialidades. Quienes se experimentan como “normales” se sienten inclusive con la autoridad de decidir hasta donde y cuando puede lograr avances significativos un estudiante que presenta un desarrollo por fuera de la norma. En ocasiones sucede que por este tipo de practicas donde se limita su proceso intelectual, experimentan vivencia de incapacidad e impotencia para la consecución de logros académicos. Ya sea porque les han facilitado en exceso su progreso o bien porque no han sido considerados como uno más dentro de su grupo de formación, lo que lleva a perpetuar estas creencias irracionales, donde frases como el “no puedo”, “no soy bueno para esto”, etc., son parte del discurso recurrente de personas con discapacidad, atípicas, neurodiversas. Así ocurre que a medida que pasa el tiempo y progresan en sus estudios un alto número cree que su profesor tiene una representación negativa sobre ellos, por lo que nutren bajas expectativas sobre su desempeño y progreso académico, es decir, se predisponen al fracaso: la falta de estimulación socio-emocional y la baja exigencia cognitiva e intelectual, permite que los alumnos terminen por reproducir esas mismas representaciones que han vivenciado a lo largo de su formación estudiantil.

Estamos conscientes que lo ideal es velar por el acceso e igualdad de oportunidades de las personas que presentan algún tipo de limitación, sin embargo, tambien debemos ser responsables con el manejo de expectativas de nuestros estudiantes y entregar la mejor orientación para su correcta incorporación a su proceso de educación superior, y así evitar frustraciones excesivas por encontrarse en carreras o especialidades que no se ajustan a sus características personales, aptitudes y competencias, y para ello es importante incorporar el concepto de intensidad de apoyos al aprendizaje en la educación superior: debemos determinar cuáles son las necesidades de acompañamiento que requiere una persona con desarrollo atípico para poder sortear con éxito su vida estudiantil; velar porque no cree falsas expectativas respecto a un tránsito en la educación superior sin dificultades (que se relacionan con el acceso, la idoneidad docente y características del aprendizaje del propio alumno).

El estudiante que vive estas experiencias negativas tiende a generalizar sus resultados a diferentes ámbitos y áreas de su vida, por ello, para lograr su correcta inserción al mundo laboral en consideración a sus capacidades y competencias y no solo por el hecho que se deba cumplir con ley de inclusión laboral, sino por la valoración de sus saberes y habilidades, es que necesitamos de forma imperante entregar herramientas y estrategias para que las personas que se encuentran en situación de discapacidad se puedan desarrollar de la forma más armónica posible, pero, seguimos encontrándonos con contextos extremistas que victimizan o anulan a quienes no se ajustan a los parámetros esperados. Mientras estas practicas continúen, fallaremos como sociedad.